lunes, 16 de mayo de 2016

Creo un cuento a partir de imágenes

Otra de las actividades que hemos realizado en este taller de escritura creativa, ha sido crear un cuento a partir de imágenes. El objetivo de la tarea consistía en interpretar una serie de imágenes para crear un cuento con sentido. Las imágenes que se propusieron se corresponden con el álbum ilustrado Das land der ecken (El país de las esquinas), de Irene Ulitzka. 

Resumen del libro: "Existe un país en el que absolutamente todo tiene esquinas. Pero un día, los protagonistas de esta historia (un niño y un gato) encontraron un objeto que no las tenía: era curvado. Este fue juzgado, y finalmente roto, porque no tenía cabida en un país donde todo es esquinado. Más tarde, volvieron a encontrar otro objeto redondo, que parecía ser de un niño. Ese niño no era como ellos, pues no tenía esquinas. Finalmente, los tres se hicieron amigos, porque comprendieron que no hay que juzgar lo diferente, sino aceptarlo tal y como es".




¿Cuál ha sido el procedimiento de la actividad?

Primero, se exploraron las ideas previas del alumnado en relación al concepto de álbum ilustrado. Sabemos que es una narración en la que priman las imágenes, y que estas suelen ir acompañadas de un texto bastante breve. 

Después, se proyectaron las imágenes en la pizarra digital. Las imágenes se presentaban en orden, y dejando un tiempo determinado entre una y otra, ya que el alumnado debía escribir un cuento atendiendo a las características de cada una de las imágenes e hilándolas con las siguientes. 

Más tarde, una vez que todos terminaron su cuento, se leyó el cuento real acompasándolo a la imagen o imágenes que le correspondían a cada párrafo. Cabe destacar, que el cuento que se leyó es de creación propia, pues el texto que acompaña a las imágenes ha sido imposible encontrarlo.

Finalmente, se realizó una pequeña puesta en común de ideas surgidas tras la lectura del cuento. Se llegó a la conclusión de que las diferencias hay que aceptarlas y no juzgarlas, y mucho menos rechazarlas. 


¿Qué cuento se leyó?

Existe un lugar, en el que absolutamente todo tiene esquinas. Las personas, los animales, e incluso las cosas. El suelo, estaba formado por prismas muy juntitos unos con otros. Y la nieve, casi siempre solía caer en forma de cubos. ¡Hasta la fruta tenía esquinas! Era como si todo estuviera formado por polígonos, y los polígonos estuvieran formados por cuerpos geométricos.

Para ir al colegio, Pentagustín, que es el nombre del protagonista de esta historia, solía ser arrastrado por su fiel amigo Cuadrigátero, en un carro con ruedas pentagonales. ¡Qué complicado era desplazarse así! Pero más complicado era entender las lecciones del profesor Rectanguler. Ya sabemos que la Tierra es pentagonal, ¿pero qué es eso de los meridianos y los paralelos? Ni siquiera Cuadrigátero lo sabía, a pesar de ser un gato muy listo.

Un día, el niño y su gato salieron al parque a jugar, el cual estaba rodeado de árboles, con esquinas por supuesto. Pero de repente, vieron que un objeto muy extraño se dirigía hacia ellos. Cuadrigátero estaba asombrado. ¿Qué era eso? No tenía esquinas, y aquí todo tiene esquinas.

Pentagustín, como no sabía la procedencia de aquel extraño objeto, decidió enseñárselo a un señor que pasaba por allí. Los mayores saben muchas cosas, quizás ellos sepan de qué objeto se trata y la razón por la que no tiene esquinas

- Señor, ¿usted sabe qué es esto? –dijo el niño amablemente mientras Cuadrigátero saltaba a su lado, lleno de emoción.
- No sé lo que es este objeto niño, solo sé que en nuestro País no puede quedarse. Fíjate bien, no tiene esquinas. Llevad esto al Consejo de Sabios y ellos decidirán qué hacer con ello. ¡Un objeto sin esquinas! ¡Qué barbaridad! –dijo el señor echándose las manos a la cabeza.

Pentagustín y Cuadrigátero llevaron el extraño objeto curvo al Consejo de Sabios. Quizás ellos sí sabrían de qué objeto se trata y la razón por la que no tiene esquinas. Una vez allí, el Consejo, que estaba formado por más de doce señores de negro, y con esquinas, por supuesto, comenzó a juzgar aquel objeto tan extraño:

- Queridos hermanos, nos encontramos ante algo desconocido, algo a lo que no estamos acostumbrados. ¿Qué hacemos, convivir con ello y aceptar su naturaleza, o desecharlo porque no es igual que nosotros? –dijo el Jefe de los Sabios.
- ¡HAY QUE DESECHARLO! ¡NO TIENE ESQUINAS! ¡NO ES COMO NOSOTROS! ¡EN NUESTRO PAÍS NO PUEDE HABER NADA QUE NO TENGA ESQUINAS! –respondieron los demás sabios entre gritos.

Y así lo hicieron, una vez que llegaron a una conclusión entre todos, rompieron aquel objeto curvo, y se fueron. La Asamblea había terminado con un veredicto muy claro: en nuestro País no puede haber nada diferente a nosotros, si no tiene esquinas, hay que acabar con ello.

Pentagustín y Cuadrigátero salieron de allí pensativos y cabizbajos. Se quedaron con las ganas de saber para qué servía aquel objeto. Quizás habrían podido jugar con ello, y por culpa del veredicto del Consejo de Sabios, nunca lo sabrán. Así que para desconectar, se fueron a jugar al parque. De repente, algo en el cielo llamó la atención de Pentagustín, que apresurado, subía por la ladera de un cerro para verlo con más claridad.

- Mira Cuadrigátero, ¡otro objeto que no tiene esquinas! Es parecido al que encontramos por primera vez, pero este se mantiene en el aire y tiene un hilo colgando. ¡Vamos a cogerlo!

Cuando el niño y el gato cogieron ese objeto tan raro, bajaron del cerro y se percataron de que un niño les hacía señas desde los pies de un árbol. ¡Era el niño más raro que habían visto jamás! Su cabeza y su cuerpo no tenían esquinas, ni tampoco el objeto que tenía apoyado en su árbol. ¿Para qué serviría?

Hola, soy Pentagustín, y este es mi amigo Cuadrigátero –dijo el niño esquinado con amabilidad.
Hola, yo soy Curvíctor. Veo que habéis recuperado mi globo –dijo el niño sin esquinas señalando el extraño objeto curvo. -¿Por qué no  subís a mi patinete y nos damos una vuelta?

¿Globo? ¿Patinete? ¿Un niño curvo? Todo era muy raro y diferente. Aun así, Pentagustín y Cuadrigátero accedieron, y se fueron con Curvíctor a recorrer las curvadas praderas de las afueras. En aquel lugar no había nada con esquinas, ni los árboles, ni el suelo, ni siquiera el Sol. El niño que conocieron podía tener un aspecto muy raro, sí, pero era simpatiquísimo. Si se hubieran comportado como el Consejo de Sabios, habrían rechazado a ese niño, y habrían perdido la oportunidad de conocer a alguien maravilloso.

Finalmente, Pentagustín y Cuadrigátero entendieron que en la vida hay y tiene que haber de todo: tanto cosas con esquinas, como cosas con curvas. Y eso no quiere decir que unas sean mejores que otras, sino que son diferentes, y hay que aceptarlas tal y como son. Desde ese día, los tres amigos se hicieron inseparables, porque en el País de las Esquinas, también podía haber cosas que no las tuvieran.

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